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MOSCÚ.- Vladímir Zhirinovski cumple 70 años. Lo celebra este lunes en Moscú, cerca de la Duma y del Kremlin. En la fiesta no habrá, según sus propias palabras, “ni un gramo de alcohol y ni un cigarrillo”. Hay riesgo de incendio: la retórica de Zhirinovski es ya de por sí inflamable. El pasado 18 de abril, el presidente ruso, Vladímir Putin, le entregó la medalla del mérito a la patria (segunda clase) por su contribución “al desarrollo del parlamentarismo ruso y la actividad legislativa”.
Sin embargo, el líder del Partido Liberal Demócratico de Rusia (LDPR) –una formación que a pesar de su nombre no es ninguna de ambas cosas– es hoy sin duda una figura venida a menos. En las pasadas elecciones legislativas de 2011 su partido obtuvo un 11,67% de los votos y este año podría caer hasta el 5%, según la encuesta de enero del centro Levada (independiente). Sus declaraciones chocarreras y frecuentes salidas de tono ya no encuentran el eco que antes tenían, lo que le ha llevado a incrementar su frecuencia, y esto, a la postre, no ha hecho sino redundar en la pérdida de su eficacia.
En un vídeo definió a
EEUU como “un país
de chupapollas, pajeros
y maricones”
Por enumerar, de pasada, algunas de las más sonadas, Zhirinovski ha propuesto, entre otras cosas, invadir Alaska, arrojar bombas nucleares en Chechenia y en el Atlántico, abolir el sistema de partidos, vender por 50.000 millones de dólares las islas Kuriles a Japón –que reclama desde hace décadas su soberanía–, instalar gigantescos ventiladores para dirigir la contaminación radiactiva de los residuos nucleares del país a Alemania o depurar el alfabeto de elementos “no rusos”.
En su campaña de 1993 propuso abaratar el vodka y mejorar la lencería de las mujeres y en un vídeo aparecido en 2002 describía a EEUU como “un país de chupapollas, pajeros y maricones”.
De las palabras a los puños
Cuando la lengua ya no le daba más de sí, Zhirinovski no ha dudado en recurrir a los puños: lo hizo contra Borís Nemtsov o Mijaíl Deliaguin en sendos debates televisados, y también en la Duma contra el diputado nacionalista Andréi Saveliev.
Antes de llegar a las setenta primaveras, Zhirinovski, en su ocaso televisado, ha recibido su mejor regalo: reconocimiento internacional. Su estilo político ya no se limita a los confines de la Rusia yeltsinista, sino que se ha instalado en el Parlamento Europeo de la mano de diputados ultraderechistas y euroescépticos y hasta ha llegado a la política estadounidense. ¿Acaso no ha dicho Donald Trump que levantará un muro con México si gana las elecciones?
El antihéroe ruso
Con todo, el “fenómeno Zhirinovski” merece una mayor atención. Vladímir Volfovich Zhirinovski nació en Alma Atá, capital de la República Socialista Soviética de Kazajistán. Su padre, Volf Isaakovich Eidelshtein, era un judío polaco que cambió su nombre por el de Zhirinovski. Tras divorciarse de su madre, emigró en 1949 a Israel, donde trabajó como agrónomo hasta su muerte, en 1983, en un accidente de tráfico. Vladímir Zhirinovski creció creyendo que su padre era abogado y había muerto en su automóvil en un accidente en 1946. Tras conocer la verdad, enterró sus anteriores comentarios anti-israelíes y su flirteo con el antisemitismo (“Mi madre era rusa y mi padre era abogado”).
La madre de Zhirinovski, Aleksandra Zhirinóvskaya, hubo de hacerse cargo de seis hijos en solitario. En su biografía, Zhirinovski habla de una infancia y juventud infeliz. “Crecí sin conocer la calidez de nadie, ni de amigos ni de familiares. Era como si fuese superfluo para ellos, una carga y un objeto de crítica. Nunca recibí ningún cumplido, solo regañinas, una tras otra”. Ahí no termina la cosa: el joven Zhirinovski no tiene éxito entre las mujeres, tiene problemas para conseguir un piso y, cuando lo consigue, es caro y no le gusta, el trabajo le aburre y no ser miembro del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) no le ocasiona más que problemas.
De su experiencia formativa y laboral, afirma, surgiría su rechazo al sistema soviético
A pesar de sus quejas, Zhirinovski tuvo una carrera respetable de acuerdo con los estándares soviéticos: consiguió el acceso a la Facultad de Idiomas Orientales de la Universidad Estatal de Moscú, donde se licenció en 1970 en el departamento de estudios túrquicos y en derecho; trabajó como experto en asuntos europeos en el Comité soviético para la Defensa de la Paz (1972-1975); y más tarde en el departamento de estudiantes extranjeros de la Universidad de Sindicatos (1975-1977), en el Departamento de Justicia de la Unión Soviética (1977-1983) y en el departamento legal de la editorial Mir (1983-1990). Según su propio relato, de esta experiencia formativa y laboral surgiría su rechazo al sistema soviético.
¿Espía del KGB?
Aprovechando las reformas legales de la perestroika, Zhirinovski fundó el Partido Liberal Democrático de la Unión Soviética (LPDSS) –el segundo partido de oposición registrado en el país– junto con el compositor Vladímir Bogachov. Bogachov, que había sido investigado con anterioridad por distribuir “propaganda antisoviética”, fue uno de los organizadores de la Unión Democrática, el primer partido registrado en la URSS. A pesar de que el LDPSS no alcanzaba la veintena de miembros, Zhirinovski conseguía gracias a su verbosidad entrevistas y contactos en el extranjero, provocando la envidia de sus correligionarios. El 6 de octubre de 1990 Bogachov forzó la convocatoria de un congreso extraordinario del partido donde anunció la expulsión de Zhirinovski, acusado de colaborar con el KGB. La respuesta de Zhirinovski no se hizo esperar: reagrupó a sus partidarios y, dos días después, expulsó al propio Bogachov y a todos los defensores de la línea “centrista”, abandonada en favor de otra nacionalista, sin relación ninguna con el nombre del partido.
Miembros del Politburó afirman que el LDPR recibió directamente de las arcas
del PCUS tres millones de rublos para su fundación
La sospecha de colaborar o incluso ser un topo del Estado siempre ha planeado sobre Zhirinovski. Según Alexander Yakovlev, miembro del Politburó durante los últimos años de su existencia, el LDPR –el nombre que adoptaría el partido tras la desintegración de la URSS– fue concebido, hasta en el nombre, por el PCUS y el KGB como un falso partido de oposición para anular a potenciales disidentes. En sus memorias, Yakovlev incluso aportó un documento que demostraría, según él, que el LDPR recibió directamente de las arcas del PCUS tres millones de rublos para su fundación. Este tipo de acusaciones eran, ni que decir tiene, muy del gusto de Zhirinovski, quien se acercaba a la oficina del KGB más próxima, pedía que le expidiesen un certificado que declarase que no trabajaba para ellos y presentaba una demanda en los tribunales, ganándola. Y, con ello, conseguía para el partido publicidad y fondos.
El irresistible ascenso de Zhirinovski
Tras la desintegración de la URSS, Zhirinovski radicalizó su discurso. Su nacionalismo dejó paso rápidamente al irredentismo y una política desvergonzadamente imperialista. “Sueño con soldados rusos lavando sus botas en las cálidas aguas del Océano Índico”, escribió en uno de sus libros. En el fondo, el programa de Zhirinovski no se distinguía de cualquier partido de ultraderecha europeo: anticomunismo visceral, establecimiento un Ejecutivo fuerte y promesas de renacimiento nacional, todo ello salpicado de comentarios xenófobos hacia los nativos del Cáucaso, los turcos y los azeríes (paradójicamente, aquellos mismos pueblos en los que se había especializado en la universidad).
Jean-Marie Le Pen le envió en 1992 ordenadores
y máquinas de fax.
Incluso le visitó en Moscú
La encendida oratoria de Zhirinovski dio a conocer al LDPR, otorgándole a la formación valiosos minutos de presencia en las cadenas privadas de televisión –que además de elevar sus ratings veían en él la posibilidad de dividir a la oposición no comunista a Yeltsin– y, a la vez, limitó sus posibilidades de éxito. En las primeras elecciones legislativas a la Duma, en junio de 1991, el LDPR consiguió un 7,81%. En 1992 Zhirinovski entró en contacto con el líder del entonces marginal Frente Nacional (FN) francés, Jean-Marie Le Pen, quien le envió máquinas de fax y ordenadores. Le Pen incluso llegó a visitar Moscú para conocer a quien veía como su homólogo ruso.
En las elecciones legislativas de 1993, celebradas en diciembre, el LDPR consiguió inesperadamente un 22,92% y una amplia representación en todo el país, siendo incluso primera fuerza en 64 de los 87 sujetos federales de Rusia. Según el sociólogo ruso Borís Kagarlitsky, Zhirinovski consiguió este éxito gracias a haber sabido ”manipular el descontento público sin enfrentarse a las autoridades” y a la campaña poco brillante del reaparecido Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR). “La demagogia de comienzos de los noventa se volvió contra la gente que la había predicado primero”, escribe Kagarlitsky en Restoration in Russia. Why Capitalism Failed (“La restauración en Rusia, por qué fracasó el capitalismo”, Verso, 1995).
"Mientras el ciudadano común buscaba malhechores, el sistema postcomunista no se veía amenazado por la revolución o la reforma"
“Vertiendo un torrente de mentiras sobre las cabezas de la población rusa –explica Kagarlitsky–, que en la mayoría de casos tenía muy poca idea de la verdad, la maquinaria propagandística del Estado consiguió imprimir en la mente de la gente que no había nada peor que el comunismo, pero fue incapaz de convencerlos de que, como resultado de la victoria sobre el comunismo, la vida era mejor. Fue necesario, así, buscar nuevos villanos. Éstos podían ser los de piel oscura (inmigrantes del Cáucaso), los extranjeros, los masones, los judíos, los americanos o los propios demócratas.
Pero lo más importante permaneció escondido al ciudadano amargado y desconcertado: el hecho de que sus miserias no se debían a las intrigas de alguien, sino que eran el resultado inevitable del funcionamiento del sistema que se había establecido. Mientras el ciudadano común buscaba malhechores, el sistema no se veía amenazado por la revolución o la reforma. Sin embargo, los propios ideólogos de este sistema, que se habían convertido en materiales de desecho, pasaron a estar disponibles para el sacrificio.”
La victoria del LDPR en 1993 animó a Zhirinovski a sopesar presentarse a las presidenciales contra Borís Yeltsin. La especulación causó temor en la comunidad internacional, horrorizada por la posibilidad de que el Kremlin terminase en manos de un nacionalista con ambiciones expansionistas. Sin embargo, la conclusión de que aquel voto no había sido más que un castigo de los electores al partido oficialista, la elección de Rusia –que presentó como candidato a uno de los arquitectos de la terapia de shock neoliberal, Yegor Gaidar–, le hizo desistir. Zhirinovski no se presentaría a las presidenciales hasta 2008, quedando en tercer lugar con un 9,5% de los votos.
Metadona nacionalista
Del LDPR el semanario alemán Der Spiegel dejó escrito que se convirtió en una suerte de programa de metadona para neutralizar una potencial amenaza nacionalista. Los políticos como Zhirinovski, señala Kagarlitsky, “están convencidos de que lo principal es que el público les ame. Las ideas, los principios y los intereses de la sociedad son percibidos exclusivamente a través del prisma de sus propias personalidades”. Éstas son, continúa, algunas de “las características que pueden hacer de alguien un demagogo realmente exitoso”. Sin embargo, con el tiempo la tolerancia aumenta y el tratamiento ha de incrementar la cantidad: si al principio bastaba con criticar la herencia soviética, luego había que pedir fusilar a los comunistas, la lista de conspiradores contra Rusia aumentaba sin cesar y así sucesivamente. “Un demagogo brillante no es siempre un político de éxito”, recuerda Kagarlitsky: el LDPR quedó en segundo lugar (11,74%) tras los comunistas de Guennadi Ziugánov en las elecciones de 1995, en quinto lugar (5,2%) en las de 1999, y en las de 2003 en tercer lugar (11,45%), puesto que repitió en los comicios de 2007 (8,14%). En las últimas elecciones a la Duma el LDPR retrocedió hasta el cuarto puesto, con un 11,67% de los votos.
"Si los periodistas dijéseis que yo soy un demócrata normal, con un programa normal, quieto, inteligente, educado, estaría acabado", aseguró Zhirinovski en 1995
“A diferencia del fascimo real, estos movimientos –amorfos y con una relación parasitaria con las estructuras del parlamentarismo burgués– no pueden luchar por el poder”, escribe Kagarlitsky. Zhirinovski no ha logrado movilizar nunca por completo al nacionalismo ruso, su partido es un one man show que busca constantemente el acceso a la prensa y los medios. “¿El LDPR tiene ideología? ¡El LDPR tiene a Zhirinovski!”, escribía hace unos días en su cuenta de Twitter el diputado comunista Valeri Rashkin.
Si el LDPR sigue consiguiendo diputados no es tanto por su atractivo para el votante nacionalista como para el pequeño y mediano empresario de las regiones rusas que lo apoyan a cambio de obtener acceso a las instancias del poder y que sus negocios no se enfrenten obstáculos burocráticos, o incluso a un acta de diputado que les otorgue inmundad parlamentaria. Sin embargo, añade Kagarlitsky, estos partidos “son peligrosos”: “No sólo porque su crecimiento demuestra que la crisis del 'nuevo orden mundial' está socavando los cimientos de la democracia, sino por la razón de que mientras la demagogia de estos movimientos funcione' millones de personas aullarán al unísono con los líderes de estos movimientos y creerán en sus recetas sin ton ni son para la salvación. Los miembros de estos movimientos están condenados a ser rehenes del mismo orden social que sinceramente odian”.
“A nuestros votantes les gusta un poco de contraste, un shock al sistema. Así que si vosotros, los periodistas, escribiéseis cada día que yo soy un demócrata normal, con un programa normal, quieto, inteligente, educado, estaría acabado de inmediato”, dijo en 1995 Zhirinovski. Hoy su nombre es legión, porque son muchos.
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